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Educa UNIVERSITY|ART AND ARCHITECTURE
He vivido muchas cosas en esta vida, pero si algo ha marcado mi percepción del arte, es el expresionismo. Me ha tocado lidiar con sus formas, con su potencia y su profundidad emocional. Pero no es solo una cuestión de colores y pinceladas violentas; es un grito. Un grito de angustia, de alienación, de existencialismo. Lo sé, suena dramático, pero el expresionismo es puro drama, de ese que te sacude hasta los huesos. Déjame contarte por qué.
El expresionismo es como una patada en la cara a lo establecido, un rechazo a los cánones del arte tradicional que pretendía reflejar la realidad de manera objetiva y complaciente. Aquí no verás paisajes bonitos o retratos aduladores. ¡No, señor! El expresionismo es subjetividad pura, donde el artista distorsiona la realidad para reflejar su mundo interior. Lo importante no es lo que ves, sino lo que sientes. Colores intensos, formas exageradas, pinceladas gruesas y una atmósfera cargada de emociones oscuras. Así es el expresionismo.
Es rebelde, es crudo, es intenso. Y créeme, es tan relevante hoy como lo fue a principios del siglo XX.
El expresionismo nació en Europa, especialmente en Alemania, como respuesta a un mundo que parecía cada vez más deshumanizado y frío. Las secuelas de la Primera Guerra Mundial golpearon duramente a los artistas de la época, quienes vieron en el arte una manera de canalizar sus miedos, frustraciones y traumas. Esta corriente artística no solo abarcó la pintura, sino también la escultura, la arquitectura, la literatura y hasta la música.
Los dos grandes grupos que lideraron el movimiento fueron Die Brücke ("El Puente") y Der Blaue Reiter ("El Jinete Azul"). Estos colectivos surgieron como espacios donde los artistas podían expresar libremente sus visiones. El primero estaba más centrado en lo figurativo, mientras que el segundo se inclinaba hacia la abstracción y el uso simbólico del color.
El expresionismo no es un movimiento que se pueda encasillar en una fórmula simple, pero si tuviera que resumir sus elementos principales, diría que se basa en tres puntos fundamentales:
Aquí es donde se pone interesante. La pintura expresionista es visceral, con artistas como Edvard Munch, famoso por su icónica obra El grito—una representación visual de la desesperación humana que casi se siente como si el lienzo gritara contigo.
Por otro lado, tienes a Egon Schiele, que se atrevió a mostrar la vulnerabilidad y la deformación del cuerpo humano, explorando temas de erotismo y muerte. Sus retratos son incómodos, pero de eso se trata el expresionismo: de hacerte sentir incómodo, de sacudirte.
Quizá no lo sepas, pero el expresionismo también influyó en la arquitectura. Y aunque te pueda parecer que el arte de construir edificios no tiene mucho que ver con pinceladas furiosas, déjame decirte que el expresionismo arquitectónico fue una verdadera ruptura con lo que se venía haciendo. Los arquitectos de esta corriente buscaban lo utópico, jugando con formas que parecían desafiar la lógica y el sentido práctico.
Alemania, Austria y los Países Bajos fueron los principales escenarios de esta arquitectura audaz, donde el vidrio, el ladrillo y el acero fueron materiales clave. A través de ellos, los arquitectos expresionistas dieron vida a obras que parecen más esculturas gigantes que edificios.
La literatura no se quedó atrás. Autores como Franz Kafka y Bertolt Brecht llevaron el existencialismo y el pesimismo a otro nivel. Sus historias hablaban de la pérdida de la identidad, de la deshumanización en la sociedad moderna, de la soledad y la angustia de vivir en un mundo que, para muchos, ya no tenía sentido.
El teatro también se impregnó de este aire angustioso. Las obras expresionistas rompieron con la lógica narrativa tradicional. Aquí no importa la historia en sí, sino las emociones que se transmiten.
El expresionismo no murió con la primera mitad del siglo XX. De hecho, hoy sigue vivo en muchas formas. Los artistas contemporáneos siguen explorando temas de angustia y alienación, utilizando colores intensos y formas distorsionadas para hablar de las crisis que enfrentamos hoy en día: desde la crisis climática hasta la soledad digital.
Para mí, el expresionismo no es solo una corriente artística. Es una forma de vida, una manera de ver el mundo. Todos tenemos un poco de expresionismo dentro de nosotros. Cada vez que sentimos miedo, frustración o desesperación y no sabemos cómo expresarlo, estamos conectando con esa necesidad visceral de gritar a través del arte. Porque, al final del día, el expresionismo es exactamente eso: un grito desde el alma.
Las facultades abarcan diversas disciplinas académicas y campos de estudio, abriendo puertas hacia nuevas perspectivas y explorando diferentes esferas de sabiduría en un mundo en constante evolución.
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