Este sitio web utilizó cookies para mejorar tu experiencia de usuario. Utilizamos cookies propios y de terceros para mejorar nuestros servicios relacionados con tus preferencias, mediante el análisis de tus hábitos de navegación.En caso de que rechaze las cookies no podremos asegurarle el correcto funcionamiento de las distintas funcionalidades de nuestra página web.Despues de aceptar, no volveremos o mostrarte este mensaje. El encargado del tratamiento es Educa University, B.V Puede cambiar su configuración u obtener mós información en Política de Cookies
El responsable del tratamiento es Educa University, B.V
Educa UNIVERSITY|HEALTH
Hola, soy Pablo García, y quiero hablarte de algo que conozco de primera mano: cómo los problemas de salud afectan el ánimo. A lo largo de mi vida he pasado por varios desafíos, y puedo decirte, sin rodeos, que la salud física y el estado emocional están conectados de una forma tan íntima como un baile bien coordinado.
Voy a explicarte cómo, desde mi experiencia, los altibajos físicos pueden dejarte tirado anímicamente, y lo que puedes hacer para no hundirte en ese pozo emocional. Vamos allá.
Cuando uno habla de salud, muchos piensan solo en los huesos, los músculos, la sangre... pero no se dan cuenta de que todo está conectado. Cuando algo falla en tu cuerpo, créeme que no pasa mucho tiempo antes de que empiece a afectar a tu ánimo.
Por ejemplo, ¿sabías que cuando estás estresado o ansioso, tu sistema inmunológico se debilita? Esto significa que te enfermas más fácilmente, como si tu cuerpo dijera: "Oye, no puedo con todo esto". Entonces, esa gripe que no se va puede ser solo la punta del iceberg, porque detrás de eso está un cerebro que también está diciendo: “No puedo más”.
La fatiga extrema, los dolores de cabeza o incluso las molestias digestivas son señales que tu cuerpo te manda cuando emocionalmente no estás bien. ¿Y sabes lo peor? Cuando te sientes físicamente mal, tu ánimo se desploma.
Te lo digo claro: cuando estás agotado físicamente, lo último que te apetece es ser optimista. Ya no tienes fuerzas ni para sacar una sonrisa forzada.
Para que te hagas una idea más clara, te contaré cómo lo viví yo. A los 35 años, me diagnosticaron problemas de hipertensión. Claro, al principio pensé: “Bah, lo típico, con pastillas se arregla”. ¡Error! Lo que no me esperaba era que junto con la presión arterial alta, viniera la presión emocional. Sentía ansiedad y nervios constantemente, pero sin razón aparente.
Eso fue cuando me di cuenta: mi cuerpo y mi ánimo estaban jugando en el mismo equipo, y cuando uno fallaba, el otro también lo hacía.
De repente, cosas tan cotidianas como ir a trabajar o estar con amigos me parecían tareas titánicas. Y claro, el agotamiento físico por la hipertensión hacía que mi estado de ánimo cayera en picado. Era un círculo vicioso.
Aquí es donde entra la ciencia, porque no todo es experiencia personal (aunque créeme, la mía vale su peso en oro). Cuando estás físicamente mal, el cerebro reacciona. Las hormonas del estrés, como el cortisol, se disparan. Y, cuando estas hormonas están fuera de control, no solo sientes ansiedad, sino que también afectan tus patrones de sueño, tu energía y tu capacidad de concentrarte.
Es como si tu cuerpo y tu mente estuvieran en modo de supervivencia. Y en ese estado, no hay espacio para sentirse feliz. Es más, cuando estás enfermo, ya sea de algo crónico o temporal, empiezas a ver el mundo con otros ojos. Todo parece más gris.
Cuando hablamos de cómo los problemas de salud afectan al ánimo, no siempre es fácil de identificar. No es que vayas por ahí llorando todo el día (aunque eso puede pasar). A veces, los efectos son más sutiles. Puedes sentirte irritable, desmotivado o simplemente... apagado.
A mí me pasó algo curioso. Aunque no me sentía terriblemente deprimido, me daba cuenta de que ya no me emocionaban las mismas cosas que antes. Lo que antes me hacía saltar de alegría, ahora me dejaba indiferente. Me costaba encontrar sentido a lo que hacía.
¿Te ha pasado? Si la respuesta es sí, créeme, no estás solo.
Déjame decirte una cosa: el estrés es un cabrón. Y no solo te lo digo por lo que siento, sino porque está demostrado científicamente. Cuando estás bajo estrés crónico, empiezas a sentir dolores musculares, problemas digestivos y, en algunos casos, hasta enfermedades cardiovasculares.
Yo solía pensar que podía manejar el estrés. Pero lo que no sabía es que manejarlo no significa eliminarlo. Y el cuerpo siempre pasa factura.
Si constantemente estás preocupado por tu salud, por más leve que sea el problema, tu cerebro lo interpreta como una amenaza, y entonces se activa el modo “lucha o huida”. Pero ¿sabes qué? Nadie puede vivir así por mucho tiempo sin que su salud emocional pague el precio.
He conocido personas que, al igual que yo, comenzaron con problemas físicos y terminaron completamente atrapadas en sus cabezas. La ansiedad por estar enfermo es real. Yo la viví. Te vuelves hipocondríaco, te obsesionas con cada síntoma, y tu mente empieza a construir escenarios catastróficos.
Es un círculo vicioso: te sientes mal físicamente, lo que te hace sentir peor mentalmente, y a su vez, ese estado mental te hace sentir peor físicamente. Y así sucesivamente.
Pero no te preocupes, porque no todo es malo. He aprendido algunas cosas en el camino que quiero compartir contigo. A ver si te ayudan tanto como a mí:
En resumen, los problemas de salud afectan al ánimo de maneras que muchas veces no somos capaces de ver inmediatamente. Pero lo importante es saber que no estamos condenados a sentirnos así para siempre. Con pequeños pasos y el enfoque correcto, se puede salir de ese agujero. ¡Créeme, yo lo hice!
Las facultades abarcan diversas disciplinas académicas y campos de estudio, abriendo puertas hacia nuevas perspectivas y explorando diferentes esferas de sabiduría en un mundo en constante evolución.
Aviso Legal • Condiciones de Matriculación • Política de Privacidad • Política de Cookies• Copyright @ 2024 • Educa University
Powered by