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A lo largo de mi vida, si algo he aprendido es que el cambio no espera por nadie. Todo lo que conoces, lo que dominas, puede volverse obsoleto si no te adaptas. Aquí es donde entran en juego dos palabras mágicas: innovación y formación. Son los motores que impulsan no solo a los individuos, sino a empresas y sociedades enteras. En este artículo, quiero contarte desde mi experiencia cómo ambas herramientas, bien usadas, pueden cambiarlo todo.
Primero, dejemos algo claro. La innovación no es solo tener ideas locas o estar a la última moda tecnológica. Innovar es cuestionar lo establecido, buscar maneras más eficientes de hacer las cosas. Pero ojo, porque la innovación no viene sola. Para que funcione de verdad, debe ir acompañada de una formación constante. Aquí te lo digo sin rodeos: quien deja de aprender, deja de innovar.
Te lo cuento porque lo he vivido. Cuando era joven, creía que con lo que había aprendido en la universidad tenía suficiente. ¡Qué iluso era! El mundo cambia, y si no te actualizas, te quedas atrás. La formación no se trata solo de obtener títulos, sino de estar en constante aprendizaje.
Si me preguntas cuál es la relación entre innovación y formación, te lo resumo en una frase: uno no puede existir sin el otro. ¿Cómo vas a innovar si no conoces las nuevas herramientas, técnicas o enfoques que están surgiendo? ¿Y cómo vas a aprender algo nuevo si no tienes la mentalidad abierta para adoptar cambios e innovaciones?
En mi experiencia en distintas industrias, desde la educación hasta el emprendimiento, una cosa ha quedado clara: formarse es el primer paso hacia la innovación. Tomemos como ejemplo el caso de la educación. Durante la pandemia del COVID-19, muchos sistemas educativos alrededor del mundo tuvieron que reinventarse de un día para otro. Y aquí te lo digo en rojo: ¡sin formación adecuada, esto habría sido imposible!
Hoy día, cuando hablamos de innovación en educación, lo primero que se nos viene a la cabeza son las tecnologías digitales. Pero innovar en la educación no se trata solo de meter una pizarra digital en el aula o enseñar a través de Zoom. La verdadera innovación en educación radica en el cambio de mentalidad, en la autonomía que se les da a los maestros para adaptar sus métodos a las necesidades de los alumnos.
Te pongo un ejemplo: Durante la pandemia, en países como Kenya, los maestros no solo tuvieron que adaptarse a la enseñanza online, sino que innovaron en la forma de colaborar con los padres y alumnos para mantener el aprendizaje en marcha. ¿Y sabes qué? Estos cambios llegaron para quedarse, porque los docentes adquirieron una formación que les permitió reinventar su forma de enseñar.
De todas mis experiencias, hay algo que ha quedado grabado en mi cabeza: la formación continua es clave. No importa lo experto que seas en un campo; si dejas de formarte, pierdes. En mi carrera, he conocido a muchos profesionales que, confiados en su experiencia, pensaban que ya no necesitaban aprender más. Error garrafal.
Uno de los ejemplos más potentes lo vi en el ámbito de la ciencia y la tecnología. En países como Finlandia, la formación en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) ha sido vital para aumentar la cantidad de patentes y avances tecnológicos. Y no solo eso, la educación técnica ha democratizado el acceso a estas áreas, permitiendo que personas de cualquier origen puedan convertirse en innovadores.
Cuando hablamos de empresas, la innovación ya no es un lujo, es una necesidad. Las empresas que no innovan, mueren. Punto. Pero para que esa innovación sea posible, necesitan empleados formados. En mi rol como consultor he visto cómo muchas compañías intentan implementar nuevas tecnologías sin formar adecuadamente a sus equipos. ¿El resultado? Fracaso tras fracaso.
Aquí te lo dejo claro y en rojo: invertir en la formación de tus empleados no es un gasto, es una inversión en tu futuro. Los trabajadores que se sienten capacitados y preparados son los que van a impulsar los cambios que tu empresa necesita para no quedarse atrás.
Si miramos más allá del ámbito empresarial y educativo, nos damos cuenta de que la formación también es clave en las políticas públicas. Los países que más invierten en la formación de sus ciudadanos son los que más avanzan en términos de innovación.
Por ejemplo, países como Israel y Estados Unidos han demostrado que la innovación universitaria no solo genera avances tecnológicos, sino que también impulsa el emprendimiento. Universidades como MIT o Technion en Israel son ejemplos claros de cómo una sólida base de formación puede generar empresas e innovaciones que cambian el mundo.
Si algo me ha enseñado la vida es que la formación y la innovación son dos caras de la misma moneda. No importa en qué campo te encuentres, si no te formas, no innovas. Y si no innovas, te quedas atrás. Así que te lo digo desde la experiencia, y con autoridad: no te conformes con lo que sabes hoy. Sal ahí afuera, aprende, prueba, equivócate y sigue aprendiendo. Porque solo así, innovarás.
Y recuerda, la clave del éxito no está solo en tener grandes ideas, sino en estar siempre en un proceso de aprendizaje continuo.
Las facultades abarcan diversas disciplinas académicas y campos de estudio, abriendo puertas hacia nuevas perspectivas y explorando diferentes esferas de sabiduría en un mundo en constante evolución.
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